2.- Nuestra capacidad de brillar
“Puedes alzar la mano y tocar el cielo.”
A los ojos de Dios todos somos perfectos y tenemos una capacidad ilimitada de expresarnos brillantemente.
Capacidad ilimitada y no potencial ilimitado, porque este último concepto puede ser peligroso si lo utilizamos par esclavizarnos a nosotros mismos, para vivir en el futuro y no en el presente y para sumirnos en la desesperación comparándonos continuamente con lo que creemos que podríamos ser. Se trata de un concepto que puede hundirnos en la impotencia personal. Si nos centramos en el potencial humano seguiremos siendo impotentes. Centrémonos en la capacidad humana, que se expresa en el presente. Es inmediata. La clave no está en lo que tenemos dentro, sino en lo que estamos dispuestos a reconocer de lo que tenemos dentro. No tiene sentido esperar a ser perfectos en todo lo que hacemos, o maestros iluminados, o doctores en filosofía de la vida antes de abrirnos a lo que somos capaces de hacer ahora.
La diferencia entre las personas que viven su potencial y las que no lo hacen no es la cantidad de potencial que poseen, sino la cantidad de permiso que se dan a sí mismas para vivir en el presente.
Nos falta un contexto en nuestras vidas en el que nos demos permiso para brillar, para florecer plenamente, para mostrarnos poderosamente en el presente sin temor de no valer lo suficiente. Esperar un futuro próspero es una forma de asegurarse que jamás llegue. Nos regocijamos en el presente.
Nuestro problema es que queremos ir directamente del punto A a los puntos X, Y y Z, y somos incapaces de movernos del punto A al B, de ir paso a paso. Es mucho más fácil soñar con el punto Z que moverse realmente del punto A al B.
Con frecuencia tenemos miedo a hacer algo a menos que sepamos que podemos hacerlo perfectamente bien. No podemos soportar hacer nada en lo que no seamos fabulosos. No hay que ser un virtuoso en todo para ser un virtuoso en la vida.
Sentimos tanta energía reprimida, tanto talento inmovilizado... En nuestro corazón sabemos que nacimos para hacer grandes cosas y tenemos un miedo profundo a desperdiciar nuestra vida. Pero la única persona a quien podemos liberar es a nosotros mismos.
El ego quisiera que naciéramos con un gran potencial y muriéramos con un gran potencial. En medio hay un sufrimiento cada vez mayor. Un milagro nos deja en libertad para vivir plenamente en el presente, para liberar nuestro poder y reclamar nuestra gloria. El hijo de Dios se eleva al Cielo cuando libera el pasado y el futuro, y se autolibera para ser quien es hoy.
Marianne Williamson