2.- La salud y la sanación
“El cuerpo no es la fuente de su propia salud.”
Dios es todo lo bueno. Sólo crea amor, por consiguiente, la enfermedad no es creación suya, es una ilusión, y en realidad no existe. Forma parte de nuestro sueño mundano, de la pesadilla que nosotros mismos nos creamos. Lo que le pedimos a Dios es que nos despierte de ese sueño.
Cuando alguno de nosotros despierta, el mundo entero se aproxima más al Cielo. Al pedir la sanación, no rogamos solamente por nuestra propia salud, sino también para que la idea de enfermedad desaparezca de la mente del Hijo de Dios. “Si la mente puede sanar el cuerpo, pero el cuerpo no puede sanar la mente, entonces la mente debe ser más fuerte que el cuerpo”. El perdón es la medicina preventiva fundamental y también sanadora. Sanamos el cuerpo al recordar que en realidad no somos el cuerpo. Somos espíritus y no cuerpos, estamos eternamente sanos y somos incapaces de enfermar.
La enfermedad es un signo de nuestro alejamiento de Dios y sanar es un signo de que hemos retornado a Él. Volver a Dios es volver al amor.
¿Cuál es el “factor psicoinmunitario” que la ciencia sabe que existe, pero que no sabe identificar? Es el amor, o Dios.
Dios no tiene ningún valor práctico si lo concebimos como algo aislado, divorciado del poder de expresarse en lo físico. Cuando se expresa Su amor, canalizado por los seres humanos puede penetrar a través del velo de la oscuridad humana.
El trabajo de un obrador de milagros no es atacar la enfermedad, sino estimular las fuerzas de sanación naturales. Dejemos de centrarnos en la enfermedad para mirar el amor que hay detrás. Ninguna dolencia puede disminuir nuestra capacidad de amar.
En ningún caso la recuperación es el tratamiento. Lo que activa su poder de sanación es la interacción mental y emocional el paciente con su tratamiento.
Debemos evitar la tentación de ver la enfermedad como un bloqueo de nuestra capacidad de encontrar a Dios, y usarla en cambio como un trampolín desde el cual saltar para arrojarnos a Sus brazos.
Marianne Williamson. Volver al amor