4.- la madurez cósmica
“Criatura de Dios, fuiste creado para crear lo bueno, lo hermoso y lo santo.”
A medida que nos convertimos en canales más puros para la luz de Dios, se intensifica nuestro apetito por la dulzura que es posible lograr en este mundo. La meta de un obrador de milagros, no es pelear con el mundo tal como es, sino crear el mundo que podría ser.
Todo en el universo físico, forma parte del viaje que nos adentra en el miedo o del que nos devuelve al amor, según de que manera lo utilice la mente.
Limitarse a tratar el síntoma de un problema, no es en realidad tratarlo. Trabajamos en este ilusorio mundo en el nivel político, social, ambiental o el que sea, pero reconocemos que la verdadera transformación del mundo proviene no de lo que estemos haciendo, sino de la conciencia con que lo hagamos.
Tu carrera, tu dinero, tu talento, tu energía, tus relaciones personales...son importantes en la medida en que están consagradas a Dios para que los use para sus fines. Cuando dejamos atrás la inmadura preocupación por nuestro pequeño yo, trascendemos nuestro egoísmo y alcanzamos la madurez cósmica.
Mientras no encontremos esa madurez cósmica seremos pueriles. Somos pueriles cuando estamos tan preocupados por cosas que en última instancia no importan, que perdemos nuestra conexión esencial con lo que verdaderamente importa.
Todos los problemas, los de adentro y los de afuera se deben a que alguien está separado del amor. Un obrador de milagros devuelve el mundo a Dios haciendo un viraje consciente hacia un modo de vida más lleno de amor.
Cuando el amor alcance una masa crítica, cuando haya suficiente gente en cuya mentalidad tenga cabida el milagro, el mundo experimentará un cambio radical.
Marianne Williamson
diumenge, 9 de març del 2008
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